El Origen del Toro de Lidia

El toro de lidia constituye la mayor aportación española a la genética mundial y a la cría animal

Antes que innovadores ganaderos ingleses comenzaran a formar importantes razas vacunas y porcinas durante los siglos XVII y XVIII, incluso antes de que en 1791 se creara el Libro Genealógico del caballo de pura sangre inglesa, ya se seleccionaba en España el toro de lidia, pues los primeros ganaderos españoles ya controlaban y anotaban su genealogía, comportamiento y características en primitivos libros de ganaderías.

El Uro, representado en un cuadro adquirido a un anticuario de Augsburgo. En una esquina del original puede leerse la palabra «Thur», nombre polaco del Uro.

Las civilizaciones del pasado nos han legado numerosos enigmas difíciles de descifrar. En torno al toro existen numerosas pinturas rupestres en que abundan las representaciones de toros desde el V a III milenio antes de Cristo. Según numerosos arqueólogos, estas figuras fueron realizadas con finalidades mágicas para propiciar la existencia de una abundante caza.

La fauna predominante en la península Ibérica durante el Paleolítico estaba compuesta de caballos, toros, ciervos, jabalíes y otras especies. El hombre europeo del paleolítico inferior, que era cazador de piezas gigantescas y peligrosas, entre las que se encontraba el uro o toro salvaje, era nómada y vivía errante en persecución de los animales que significaban su sustento. El toro salvaje de la prehistoria tenía como utilidad servir al hombre de sustento; tenía que cazarlo para completar su dieta de carne, aprovecharse de la leche de sus hembras, valerse de sus pieles y servirse de su fuerza como elemento de trabajo.

Después, en los milenios V y IV sobreviene un período en que el hombre alterna la caza con la ganadería y la agricultura, hasta hacerse sedentario y depender únicamente de estas dos últimas actividades. Quizá en esta etapa, ciertos bovinos aceptaron la domesticación y el consecuente pastoreo, mientras el hombre observaba sus reacciones y descubrió y aprendió ciertos manejos, lo que en alguna medida constituiría un toreo rudimentario, defensivo y sumamente provechoso. El hombre de la Prehistoria cazaba mediante el «acoso en común», en que un grupo de gente producía estampidas de manadas enteras en dirección de alguna trampa natural (precipicios, gargantas estrechas, zonas pantanosas), donde les hacía frente y capturaba o sacrificaba. En esta caza del toro salvaje debió estar el principio del arte de torear.

El uro o toro salvaje estaba domesticado en Oriente (al igual que el perro) desde épocas muy remotas. Así, llegó a la Europa central y Nórdica en el Neolítico el «buey de turba», del cual derivan muchas de nuestras razas alpinas y centroeuropeas actuales. En Egipto y Asia Menor, desde 5.000 anos antes de Cristo, se domesticó el buey y se le rindió culto.

En el Cuaternario, sucesivas variaciones del clima determinaron cambios en la flora y en la fauna, extinguiéndose numerosas especies. En la Península Ibérica al parecer, el clima nunca fue demasiado riguroso, pues la mayor parte de la flora y fauna sobrevivieron a estos cambios, siendo más que probable que la península atrajera migraciones de ganado vacuno de Centroeuropa y del Norte de África, pues la península estaba todavía unida al continente africano


La Era del Tauro

La era de tauro corresponde a los años 4513 a 2353 antes de Cristo, y se caracteriza en las diversas civilizaciones históricas por el culto a divinidades tauricas. En todas las culturas mediterráneas y en el mundo celta, la creencia mágica en las virtudes genéticas del toro y su transmisión al hombre, le hicieron figura sacra y objeto de culto y de numerosos ritos religiosos y celebraciones festivas. Así, en la Mitología griega aparece en forma de Minotauro o como disfraz de Zeus para raptar a Europa, en Egipto el buey Apis es el dios de la fecundidad y de la abundancia, los hebreos adoran al becerro de oro, en Babilonia tenemos los toros alados, por no hablar del toro Tarnos céltico o del toro irlandés de Cualungé. El mundo romano adoptó el culto de origen persa a Mitra, el joven dios que sacrifica al toro primordial para hacer surgir al mundo: de su sangre brotaron las vides, de la médula, el trigo y de su semen, los animales.

Julio Cesar hace 2.000 años, describía el uro que habitaba en la selva Hercinia, en Germania, a orillas del Danubio, subrayando su carácter indómito, su bravura y ligereza, y el divertimento que constituía su caza para los jóvenes. Era un animal enorme y peligrosísimo que poblaba los bosques de la Europa Central y Nórdica. Los germanos le llamaban auerochs o toro salvaje, y fue Julio Cesar quien introdujo el vocablo urus en la lengua latina.

El uro, que se extinguió en Europa en la Edad Media, es el antepasado salvaje de todas las razas bovinas domésticas existentes hoy. El toro de lidia actual es, entre todos los descendientes directos del uro, el que mejor conserva sus características.

El Toro en Hispania

El toro bravo desciende del uro o toro salvaje de la Edad Media, que abundaba en toda Europa, con más que posibles contribuciones del vacuno que trajeron los celtas que habitó por el norte de España y de Portugal, y aportaciones del ganado que emigró a la península Ibérica procedente de África en el período cuaternario, coincidiendo con las glaciaciones.

Como en la cultura Grecorromana, el toro está igualmente muy ligado a las raíces de la cultura hispana. Es el animal más emblemático, hasta el punto de simbolizar la fiesta popular, y su figura fecunda todas las artes, desde las pinturas rupestres pasando por los toscos verracos ibéricos, hasta las tendencias más modernas de la cultura española, representado en dibujos, grabados, pinturas, esculturas y por supuesto en nuestra literatura. El toro desempeña un papel fundamental en la economía de la península ibérica, pues modifica el paisaje por la necesidad de mantener grandes vacadas, y propicia la creación de las ferias de ganado que tanta importancia tuvieron para el desarrollo de pueblos y ciudades.

El toro de lidia tuvo su cuna, origen y solar en España, y desde aquí se extendió y exportó a Portugal, sur de Francia y numerosos países del Continente Americano principalmente durante el siglo XX.

Gracias a la concurrencia de intereses de una cultura popular con profunda raigambre taurina, a las prácticas ecuestres de los nobles y caballeros de la Edad Media, a la destreza para el juego con los toros del personal encargado de su manejo en las dehesas y en los mataderos, así como al inteligente arte de criar y seleccionar de los ganaderos, se creó este bello animal, una de las mayores joyas de la zootecnia mundial.

El Toro · Historia y Genealogía

 

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